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A la deriva






Hoy escribo a la deriva. Intento que cada palabra surja de lo más profundo, sin pasar por el absurdo análisis al que suelo someter cada una de mis letras. Siento, sí. Todo lo que escribo viene del alma pero tengo un aduanero instalado en la mente, listo para cobrar los respectivos impuestos. Hoy no será de ese modo. Estoy decidida a saltarme la barda, cruzar con impunidad, sin preocuparme por la legalidad y los acuerdos que el territorio del corazón ha firmado con el resto del planeta.


Hay días en que toda yo soy una barca: casi siempre naufrago entre ideas. Para flotar me abrazo a un cúmulo de sensaciones conocidas que he amarrado con los años, suele servirme como refugio temporal. El resto del tiempo acostumbro ser sólo agua que se mezcla con el mar en el que habito. En ocasiones soy una corriente fría que trae consigo especies raras de lejanas playas. En otros momentos me vuelvo cálida y apacible, huyo a los esteros para hacerme río y que vuelva un poco la calma. Pocas mañanas elijo sólo ser laguna y me estanco entreverada por los juncos. Me aburro pronto: lo que no se mueve se muere y yo, si algo tengo, es que me sé y me gusto viva.


Fotografía: Francisco Zuno

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