
Entre rocas se rompieron tablas y costillas.
Nos hundimos con las olas,
tú, yo, la embarcación toda.
De las velas y de mí: harapos.
Hundida era sólo vísceras sangrantes:
el vacío, también la calma.
Del amor y de ti no supe nada:
supongo que sobreviviste
en algún pedazo de tierra
de conquista como tú.
No subí a la superficie,
algo de mí murió en el intento.
Aprendí a ser tempestad,
agua cálida en contrasentido,
nube,
lluvia,
lago,
de vez en cuando río.
Fotografía de Francisco Zuno
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