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La despedida



Entró después de ellos. Él es chileno y ella "americana", me dice él. "¡Vaya, una pareja más hecha de pura globalización!", pienso.


Les gustan las lámparas. "Mis lámparas", pienso.


Caminan de prisa por la habitación. Yo me acerco con cautela: los fantasmas me miran, preguntan desconcertados: "¿te cae que no vuelves?" "No, ya lo sabían", respondo.


Les parece una buena elección la de los muebles. "Mis muebles", pienso. Se acercan al ventanal. Sobre el pedazo de alfombra lleno de sol, mi gato y yo tumbados


Les encantan los sillones. "Mis sillones", pienso. En el de la izquierda me encuentro con las piernas cruzadas y el periódico sobre ellas: "lee en voz alta ", piden los fantasmas.


"Este departamento tiene buena vibra", determinan sonrientes. "Historias también tiene, muchas, más de las merecidas", pienso.


"La pared está muy linda". "Usé una esponja de mar y cuatro tonos de verde, la pintura tiene que estar diluida", entrego la receta. "Lágrimas y una madrugada infame también", pienso. "Dejas el cuadro, ¿verdad?" "Sí, lo dejo". "Mi cuadro", pienso.


Cerramos el trato. Jalo la puerta tras de mí. Alcanzo a escuchar que me dicen: "¿te cae que no vuelves?" "No, ya lo sabían", contesto. Ella nunca habló. "Mi antiguo silencio", pienso yo. Vendré a ayudarla cuando quiera pintar paredes, traeré la esponja de mar y la pintura en varios tonos, diluida, como lo indica la receta.


Imagen: La despedida (1958) Remedios Varo

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